Por Felipe Izcaray
He estado recordando últimamente a un amigo ya ausente con quien tuve diferencias y coincidencias, como en toda relación de amistad sincera. Me refiero al músico y científico venezolano Luis Morales Bance (1945-2017). Con Luis tuve experiencias musicales muy buenas, como el Concierto de Violín de Alban Berg en 1986, el homenaje a Antonio Estévez ese mismo año con Solistas de Venezuela, y el estreno de su ópera “Las Bejarano” en 1987. Siempre tratamos nuestras diferencias con respeto y decencia. Hubo sin embargo un tópico en el que no diferimos ni un ápice, y fue nuestra mutua admiración por uno de los próceres civiles de mayor influencia en la vida cultural de nuestro país. Se trata, por supuesto, del Maestro Vicente Emilio Sojo (1887-1974), ilustre compositor y director coral y orquestal, oriundo de Guatire, con una impecable trayectoria como ciudadano y como artista, y una innegable trascendencia en el génesis del movimiento musical venezolano del siglo XX.
Luis Morales y yo conversamos muchas veces sobre la trayectoria del Maestro Sojo, y sobre la enormidad de su influencia en todo lo que ha acontecido en Venezuela en materia musical académica y también en el ámbito de la música popular. Un día Luis coronó la conversación con una poderosa frase: “Felipe, es que el Maestro Sojo es el origen de todo”.
La presencia y la influencia de Vicente Emilio Sojo en los acontecimientos que marcaron el desarrollo de instituciones y personas en el mundo musical venezolano son determinantes. Este guatireño de origen humilde y formación autodidacta marcó el camino de disciplinas, instituciones y artistas. En eso tenía razón Luis Morales Bance. No pretendo escribir una biografía de Sojo, pero sí enumerar algunos de sus principales logros y narrar algunas anécdotas que facilitarán la comprensión de la importancia de ese hombre alto, de poblado bigote, elegante, conservador en el vestir y andar pero revolucionario en sus ideas.
Vicente Emilio Sojo creó y organizó en 1930 el primer coro mixto establecido en Venezuela, el Orfeón Lamas, el cual dirigió durante los 30 años de su existencia, y únicamente cantó música de compositores y arreglistas venezolanos.
También en 1930, Sojo fué el principal promotor de la creación de la primera orquesta sinfónica estable del país. La Orquesta Sinfónica Venezuela, con 92 años de ininterrumpida actividad, es uno de los más firmes legados del maestro, y ha protagonizado eventos musicales trascendentales en nuestra historia musical.
Inmediatamente después de su nombramiento como Director de la Escuela de Música y Declamación en 1936, Sojo fortaleció la calidad de las disciplinas musicales, creando cátedras muy importantes, como la de Composición, dictada por él mismo, y la de Guitarra Clásica, cuya titularidad le entregó al maestro Raúl Borges. Sojo ejerció la Dirección de la Escuela Superior de Música “José Ángel Lamas”, nuevo nombre de la institución, hasta su jubilación del cargo en 1965. De su cátedra de composición egresaron 18 Maestros Compositores, entre ellos Ángel Sauce, Evencio Castellanos, Antonio Estévez, Antonio Lauro, Gonzalo Castellanos, Blanca Estrella, Nelly Mele Lara, Inocente Carreño, José Luis Muñoz, José Clemente Laya, Modesta Bor y José Antonio Abreu.
A raíz del descubrimiento de numerosas partituras de obras religiosas de compositores venezolanos de la colonia, Sojo obtuvo recursos y dispuso el rescate y edición de ese importante repertorio de lo que llegó a conocerse como Escuela de Chacao, porque fue en esa localidad en la que el Padre Pedro Palacios y Sojo reunió y preparó a los compositores que generaron lo que se considera el milagro musical de América del Sur. Todas las obras de Lamas, Caro de Boesi, Landaeta, Cayetano Carreño, José Francisco Velasquez, etc. Fueron interpretadas por la OSV y el Orfeón Lamas en los célebres conciertos del Viernes del Concilio.
La identificación del maestro con la música venezolana se coronó con la recopilación, transcripcion y armonización de cientos de melodías del folklore nacional, en arreglos para canto y piano y para coros, con la intención de que fuesen utilizadas por solistas y coros en todo el país. Una parte importante de esa producción de arreglos consistió en una colección de aguinaldos (versión criolla del villancico navideño) del siglo XIX. La publicación de este importante repertorio fué costeada por instituciones públicas, y muchas veces por el mismo Sojo de su propio bolsillo.
Un regalo sí y otro no
Mi padre, fundador del Orfeón Lamas, me contó que un día reunieron entre todos el dinero para hacerle un regalo de cumpleaños a Sojo, y le obsequiaron durante un ensayo un reloj de oro de bolsillo, y él les dijo “Bueno, lo acepto, pero a mí no me van a comprar con regalitos”. Los orfeonistas lo siguieron sigilosamente a la salida del ensayo y lo escucharon decirle al portero de la escuela “Cará, mire lo que me dieron esos muchachos. Está bonito, ¿Verdad?”
Sojo era miembro fundador de Acción Democrática, y por ende anti perezjimenista. En una ocasión se le hizo un homenaje oficial al que no asistió. Uno de los profesores recibió en su nombre una batuta de oro entregada por el mismo dictador Marcos Pérez Jiménez. Cuando el docente le entregó el estuche con la batuta, VES entró en cólera, reclamándole al emisario el haber recibido “la bicha esa”. Acto seguido, se trasladó al Río Guaire y lanzó el estuche bien lejos.
Un sueldo bien invertido
Cuando se instaló el gobierno de la Junta Revolucionaria en 1945, presidido por su coterráneo Rómulo Betancourt, la Presidencia le otorgó a la OSV un generoso subsidio de Bs. 1.000.000, el cual permitiría que la orquesta renovara sus filas y se convirtiera de una vez por todas en un ensamble profesional. El Presidente de la Orquesta Pedro Antonio Ríos Reyna viajó en 1946 a la Italia devastada por la guerra, y contrató a un importante contingente de músicos de ese país (más de 30) para que integraran las filas de la orquesta. Por supuesto, se le asignó un buen salario a cada uno de los músicos, venezolanos y extranjeros, así como al director titular. El maestro Sojo se opuso a recibir un sueldo porque decía que con su ingreso en la Escuela de Música le bastaba para cubrir sus necesidades. La orquesta lo forzó a aceptar el sueldo, por el riesgo de que si no se asignaba el dinero al cargo, se perdía la partida presupuestaria. A duras penas Sojo aceptó su sueldo de Bs. 1500.
Al año siguiente, la OSV organizó un concurso de composición, el Premio Nacional de Música. El ganador ese año fue el más joven de los alumnos de composición de Sojo, el Maestro Gonzalo Castellanos Yumar, con su Suite Caraqueña. Sojo dirigió el estreno de la obra premiada, e incluso escribió las notas al programa. Años más tarde se enteró Gonzalo que el dinero recibido como parte del premio era el equivalente al año entero del sueldo de Vicente Emilio Sojo. ¡Vaya manera de invertir un salario!
El empujón a Modesta
En 1951 la entonces aventajada alumna de piano Modesta Bor sufrió los embates de una enfermedad degenerativa, el Síndrome Guilain-Barré, que la dejó cuadraplégica. Con un tratamiento agresivo y fisioterapia logró recuperar el uso de sus extremidades, pero no a tal punto de volver a alcanzar su nivel como pianista. El maestro Sojo, quien tenía a Modesta en su cátedra de Armonía, se preocupó por la joven y talentosa margariteña. El había notado la facilidad de Modesta para desarrollar progresiones y bajos cifrados en la cátedra de Armonía.
Un día la encontró en un pasillo de la escuela y le entregó un libro de poemas de García Lorca. Le señaló uno llamado “Balada de la Luna Luna” y le pidió que compusiera una canción para voz y piano sobre ese poema. Modesta trató de explicarle que ella no era compositora, y que no sabía como hacerlo. Sojo fue firme y le dijo que tenía 3 días para traerle el trabajo. Modesta se puso a trabajar y le entregó su obra dentro del plazo fijado. Sojo vió el resultado, y le pidió que hiciera una versión para coro mixto. La sorprendida Modesta, que había cantado en el Orfeón Lamas, asumió el nuevo reto. La reacción del maestro al recibir la partitura fue sonreir, decirle “gracias, muchacha” y quedarse con la obra.
Meses más tarde Modesta se encontró en el pasillo con Ana Mercedes Asuaje de Rugeles, quien le dijo “Modesta, te felicito, qué lindo tu madrigal”. Modesta respondió extrañada “¿Cuál madrigal?” Y la Sra. Rugeles respondió “El Madrigal que escribiste con poema de García Lorca. Lo estamos ensayando en el Orfeón, y nos gusta muchísimo”. En Julio de 1954 se estrenó la exquisita miniatura coral en el Teatro Municipal, y a partir del siguiente año escolar Modesta ingresó formalmente a la cátedra de Composición de Vicente Emilio Sojo, de la que egresó en 1959. Después perfeccionaría sus estudios en el Conservatorio de Moscú con Aram Khatchaturian, y continuó su distinguida carrera de compositora, arreglista y directora de coros. Todo eso hubiera sido imposible sin lo que ella llamaba “El empujón” que le dio Sojo con esa tarea. El apoyo de Sojo a Modesta fue continuo y permanente. Siempre se portó como su gran protector.
Sátrapa Usurpador.
El 19 de Marzo de 1954 fue inaugurado el Anfiteatro “José Angel Lamas”, mejor conocido como Concha Acústica de Bello Monte, en la urbanización del mismo nombre en Caracas. En la inauguración participarían la Orquesta Sinfónica Venezuela y el Orfeón Lamas en dos partes. La primera con orquesta y coro constaba de obras venezolanas de la colonia dirigidas por Vicente Emilio Sojo, y la segunda con obras de Wagner, Händel y Richard Strauss. En la 2ª parte el director sería el célebre maestro Alemán Wilhelm Furtwängler, titular por muchos años de la Filarmónica de Berlín. El acto contó con la presencia del Gral. Marcos Evangelista Pérez Jiménez, dictador del país en esos momentos. Luego del corte de cinta, el numeroso público se dispuso a disfrutar el concierto. Pero…había un problema: Había que rendirle honores al Presidente de la República.
Vicente Emilio Sojo, como miembro fundador de Acción Democrática, y firme opositor a MPJ y su gobierno entró en franca rebeldía. Cuando a Sojo le pidieron dirigir el himno en honor al presidente, su respuesta fue tajante: “Yo al único Presidente que reconozco es a Rómulo Gallegos, y no voy a dirigir el himno patrio para ese sátrapa usurpador (Así llamaba el maestro a Pérez Jiménez). Los angustiados directivos de la Fundación José Ángel Lamas y de la orquesta trataban infructuosamente de convencer a Sojo para que accediera a dirigir, y éste se negaba. La orquesta ya estaba sentada, habían afinado, y la espera se hacía insoportable.
“Maestro, mire, queramos o no, él es el presidente”, le suplicaba Inocente Palacios
“Será presidente para ustedes, para mí es lo que es, un sátrapa usurpador”.
“Pero maestro, el público espera el concierto, y Furtwängler está esperando en el camerino”, le decía Alejo Carpentier, miembro directivo de la fundación.
“Pues que espere, o que dirija el himno él” (Quizá Sojo se refería a que Furtwängler había dirigido para Hitler en varias oportunidades, y a lo mejor no le importaría dirigir para el dictador tropical)
Mientras tanto, Sergio Peresson, miembro del personal técnico de la orquesta (Y más tarde conocido luthier de instrumentos de cuerda famoso mundialmente) movía el podio para atrás y para adelante, para hacer tiempo. Juan Aguirre, fundador de la OSV en la fila de violas, le decía a su compañero de atril “Adiós cará, Peresson está moviendo el podio mostrándole el fundillo a Pérez Jiménez”.
Pasada casi media hora de alta tensión, y con edecanes preguntando a cada rato qué pasaba, la cosa no se solucionaba.
Finalmente, fue el mismo Sojo quien sugirió la solución al impasse. “Ultimadamente, si a Pedro Antonio no le importa, que dirija él el himno”. Efectivamente, el maestro Ríos-Reyna, concertino y Presidente de la OSV, se paró en el podio y dirigió el Himno Nacional. Hay una fotografía en la que se muestra el momento del himno, y en la que se nota la expresión de angustia vivida en las caras de los directivos de la Fundación José Angel Lamas. Acto seguido, salió Sojo a dirigir, con gesto sonriente, su querida música venezolana de la colonia.
Pérez Jiménez se había dado cuenta de lo que pasaba. Alguien le sugirió reclamarle a Sojo lo sucedido, y respondió:
“Ni se les ocurra, Déjenlo quieto. El maestro Sojo es intocable”.
N. de FI: En la próxima entrega contaré como un adolescente caroreño logró hacerse amigo y entrar en la vida de ese indiscutible héroe y prócer civil venezolano, el origen de todo, como decía Luis Morales Bance.
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