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Antonio Lauro Cutroneo

Ciudad Bolívar, 03-18-1917 / Caracas, 18-04-1986

Antonio Lauro Cutroneo

En un comienzo existió el músico empírico, de experimentos circunstanciales relacionados con su entorno, sus costumbres y muy especialmente su religión; expresando su concepción rítmica y melódica con cánticos acompañados por instrumentos primitivos (percusión y flautas). Ya una vez creada la forma “organizada” de escribir la música gracias a los estudiosos, como el monje Guido D’Arezzo, era cuestión de seguir el camino del perfeccionamiento. A partir de allí, socialmente evolucionó su aporte a la humanidad, primero como servidor de una élite dueña de su destino, luego como parte de una casta de luchadores a través de cuyas azarosas vidas a veces ni siquiera se conocieron sus obras y posteriormente, ya dueño de un elevado dominio de la técnica y de la teoría, abriéndose paso entre todas las expectativas artísticas, hasta los absurdos limites de la inconciencia colectiva de admirarlo como un dios. Por suerte son pocos estos casos de egolatría y el músico actual lo que busca es la contemplación de sus congéneres, como un ser de dotes especiales, sin duda, que desea ser respetado y aplaudido.

Desde sus inicios, la “Orquesta Sinfónica Venezuela” ha perseverado en su lucha de redimir la imagen del músico, vista por el gentilicio venezolano en tiempos pasados tal vez como una suerte de bohemio entregado al empirismo y a una vida sin causa ni norte. No ha sido fácil el convencer a una sociedad de los valores intrínsecos de los artistas, de los creativos, que son en verdad los que mueven y agitan las realidades y los sueños que van finalmente a albergarse, como quinta esencia del hombre, en su ser interior.

La “Orquesta Sinfónica Venezuela” surgió del propósito de llevar la música a otros niveles de apreciación social. Esto a su vez mitigó en cierta forma ese anhelo que tenía el maestro Vicente Emilio Sojo y sus seguidores, músicos fundadores de la orquesta más antigua de la nación, de sentirse dignos y útiles a su comunidad.

Entre estos músicos insignes está unos de los más connotados exponentes de la guitarra y de la música escrita para este instrumento; hablamos, por supuesto, del Maestro Antonio Lauro Cutroneo, nuestro Prócer No. 10.

Valga el comentario, que es curioso que un hombre que nació hace relativamente poco tiempo, en 1917, ya tenga diferentes registros biográficos. Es así como algunos escritos nos dicen que no se sabe el nombre de sus padres, mientras que otros aseguran que su madre era guayanesa. Hacia el origen, Alejandro Bruzual, quien escribió una hermosa biografía del maestro editada por SIDOR, nos transcribe su partida de nacimiento donde nos enteramos que el padre del maestro fue Antonio Lauro Ventura originario de Pizzo, Italia, y su legitima esposa, Armida Cutronco también italiana nacida en Maratea, provincia de Lucania-Basilicata.

Su padre, hombre afable y de múltiples talentos, era barbero de profesión convertido en comerciante y también músico. Tocaba la guitarra con la cual se acompañaba cuando cantaba las canciones del sur de Italia con una voz buena y afinada. Se aventuró también en el campo de la composición escribiendo, entro otros, un vals denominado “Mi Primogénito”, compuesto para su hijo Antonio, nuestro prócer, que fue interpretado por la “Banda de Ciudad Bolívar” a la entrada de la iglesia con ocasión de su bautizo. Aunque su padre muriera a los 40 años cuando él apenas tenia 4 años de edad, el maestro atribuía su evolución y destino en la música como el producto de la : ”…semilla musical… porque allí (Ciudad Bolívar) escuché a mi padre tocar la guitarra, cantar, además de otras manifestaciones musicales que se quedaron grabadas”. Y comentó en alguna oportunidad que la escogencia de su profesión la había hecho como: “… una especie de homenaje a la memoria de esta persona (su padre)”.

A la edad de nueve años su madre se muda con la familia para Caracas a vivir durante dos años en casa de los abuelos Cutroneo, circunstancia que pone en vilo su inclinación hacia la música, ya que la rigurosidad formativa de su abuelo hace que éste vea el oficio artístico con poco futuro y más bien apropiado para la buena educación de las señoritas de la familia, creyendo que el niño “se perdería” estudiando música o se “moriría de hambre”, concepto bastante arraigado en la idiosincrasia venezolana. No teniendo ningún interés en otros estudios formales, en cuarto grado se aboca al trabajo artesanal llegando a ser aprendiz de joyería en el establecimiento de Francisco de Venanzi, en el cual un hijo de éste le fabrica un instrumento de cartón de una sola cuerda, con una caja de queso y un mástil de cuatro, en el cual tocaba todo lo que le pedía.

Aunque se piensa que el ingreso a la “Escuela de Música y Declamación” (hoy “Escuela Superior de Música Juan José Landaeta”) coincide o está próximo a la inscripción de su hermana Armida en clases de piano en 1930, éste solo aparece registrado en 1933. Allí aprende teoría, solfeo y luego composición, y escoge el piano como instrumento, recibiendo clases con el maestro Salvador Narciso Llamozas. Otros de sus orientadores musicales fueron el Maestro Vicente Emilio Sojo y Juan Bautista Plaza.

Escucha por la radio “Recuerdos de la Ahlambra” de Francisco Tarrega, compositor y guitarrista español, interpretado por Austin Barrios Mangoré, famoso guitarrista paraguayo, quien está de visita en nuestro país en febrero de 1932. El hermoso sonido del instrumento le hace considerar su estudio, y con la ayuda de Mangoré, conoce a Raúl Borges quien será su profesor.

Nuestro prócer es considerado uno de los más destacados guitarristas venezolanos, y su fama como compositor extendida merecidamente más allá de las fronteras nacionales, lo acredita como el más importante embajador musical de nuestro país. No debe haber estudiante serio de guitarra alguno en el mundo que no haya tocado una obra del Maestro Lauro. No en balde, recibió calificativos por parte del compositor y crítico ingles, John Williams como “El Strauss de la Guitarra”.

No solo compuso para la guitarra; también para orquesta escribió obras que fueron todas estrenadas por la “Orquesta Sinfónica de Venezuela” de la cual fue miembro activo como percusionista (1947) y cargos directivos, entre los que se destaca el de presidente de la institución. Algunos de los reconocimientos que recibió a lo largo de su carrera artística son: el Premio “Vicente Emilio Sojo”, en sus ediciones de 1948, 1955 y 1957 y el premio “Oficial de Música”, en los años 1947, 1948 y 1950. Integró el célebre trío “Los Cantores del Trópico” junto con Marco Tulio Maristani y M.E. Pérez Díaz y el trío “Raúl Borges” con Antonio Ochoa y Flaminia de Sola. Se destacó como docente de la guitarra además de creador y director de diversos orfeones estudiantiles en numerosos liceos de la capital.

Sus composiciones más importantes son: “Natalia”, “María Luisa” (dedicada a su esposa), “El Negrito”, “Cantaclaro”, “Tatián”, “Andreína” y “Yacambú”. Tal vez sea interesante resaltar que, aún siendo hijo de extranjeros en primera generación, ha sido el creador de música tan genuinamente autóctona, que ha sido inscrita en lo que se ha denominado la “Escuela Nacionalista Venezolana”. En la actualidad existe un “Concurso Bienal Nacional de Guitarra” con su nombre, en homenaje al maestro.

Recordado por sus hijos Natalia, Leonardo y Luis como un excelente padre de familia, el Maestro Antonio Lauro, nuestro prócer No. 10, ha contribuido con su intachable ejemplo a dignificar la profesión de músico y muy especialmente la del músico venezolano.

Sirva este simple escrito para también rendir un especial y sentido homenaje a su esposa, Doña María Luisa Contreras de Lauro quien, junto con su hija Natalia, valientemente defendió la causa de la “Sociedad Orquesta Sinfónica Venezuela” en los infortunados y ensombrecidos momentos de la historia cultural de nuestra nación, cuando fue injusta y desmesuradamente atacada su integridad física y democrática inalienable, una institución que ha estado siempre, en sus 92 años de existencia, al servicio de la educación y culturización del pueblo de Venezuela.    

Fuentes: Links en Internet

Biografía de Alejandro Bruzual: “Antonio Lauro, un músico total”
Investigación y textos de los “Próceres de la OSV”
Alejandro Ramírez – Presidente de la SOSV (1991 – 2010)

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